viernes, 13 de marzo de 2015

HSD - Capítulo 1 - "Toda historia tiene un principio"

Hellou nubecitas esponjosas:

¿Que tal ha ido la semana? Yo un tanto decepcionante, la verdad. Pero bueno, aquí estoy en los madrigales intentando relajarme un rato mientras hago un trabajo un tanto pesado. Y ahora estoy escribiendo esto antes de irnos de fiesta por los madriles. Vamos a ver que se cuece por la capital de España.

En este trozo os paso un poco del primer capitulo de la última historia que subí al blog. ¿Porque? Pues porque me motive un poco la última vez escribiendola y quiero saber si me he pasado de rosca o si por el contrario está interesante.

Espero que lo disfruteis y que tengais buen finde.
Saludos.

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“La raza humana es repugnante”

>Esa fue la primera frase que aparece en mis memorias. Recuerdo la suave brisa teñida del basto olor a sangre. Aun mis sentidos no estaban totalmente desarrollados, por lo que la sensación no era precisamente, agradable.

Nuestra raza estaba a punto de entrar en guerra con los otros líderes ilegítimos. Los asquerosos licántropos, también llamados hombres lobo o como quiera que los llamen. No sería una guerra realmente divertida, sin embargo a nuestra raza, nos gusta demasiado la destrucción, el combate, la sangre... Se puede decir que somos una especie a la que nos gusta el sadismo, la perversión... Somos feroces y crueles por naturaleza, pero no luchamos contra nuestra esencia, porque ella es la que nos caracteriza y al igual que nuestros hermanos y enemigos, nos dejamos llevar por ella.

Y en medio de todo, como siempre, están los lindos parásitos llamados humanos. Son una raza evolutiva que lo único que causa es destrucción... Creo que por eso son nuestras dulces carnadas, nuestro alimento más preciado. Su sangre nos da vida, un atisbo de energía a estos cuerpos muertos que se rigen por el instinto de supervivencia y además ayudamos a que haya un poco menos de destrucción en este hermoso mundo.

Pero todos sabemos lo imbéciles que son los humanos ¿No?<

- Sigue sin contestar a la pregunta, Señorita Clavson

-¿No dijo que le contara desde el principio? – contestó Catherine

Con cierto nerviosismo, los científicos se miraron, acomodándose al mismo tiempo en el asiento de metal que cada uno ocupaba. El suspiro de ella les causó un escalofrío, provocando en la frívola dama una sonrisa macabra. Lentamente, Catherine se acerca al cristal que la separaba de los científicos, apoyándose delicadamente en sus blancas y finas manos.

Estaba hambrienta y en ese instante le daba igual beberse dos miserables cuerpos plebeyos de sangre amarga.

- Le preguntamos como había comenzado la guerra que causó la desaparición de su raza, Su Alteza – dijo el científico con las gafas de culo de vaso, intentando hablar con un tono de voz imponente.

Sin atisbo de temor, como si se tratara de su presa, la joven dirigió la mirada hacía el científico, relamiéndose los labios mientras se movía alrededor del cristal que los separaba. El terror se asomaba en los grandes ojos de los científicos, que comenzaban a temblar ante la provocación de la vampiresa.

"Una dulce y pícara sonrisa"
- A cambio de una botellita de sangre pura y virgen terriblemente dulzona – susurró Catherine volviendo en un grácil salto hacía su sillón. - ¿no?

No pudiendo contestar con palabras a causa del pánico, el más joven de los hombres afirmó con un ligero cabeceo de cabeza. Como si de un interruptor fuese, los ojos de Catherine se aclararon a un tono de rojo más ceniciento y los músculos de su cuerpo se relajaron, dejando entrever una dulce y pícara sonrisa.

- De acuerdo – dijo, balanceando las piernas en el borde de su cama – Comenzaré entonces por mi adolescencia, la cual fue marcada por mi concertado matrimonio.

>> La familia Clavson era la última familia sucesora de los originales, es decir, los primeros vampiros que aparecieron en este basto mundo. Mi abuelo, que en paz descanse, fue “matado” por el árbol madre o también llamado “Espino” o “Roble Blanco”, del cual esta habitación está repleta. El creó toda la sede de vampiros, junto con su hermano y otra humana, la cual mi abuelo le dio el don de convertir.

Pero, siguiendo con lo que queríais, nosotros éramos los últimos de nuestra especie. Los otros monstruos eran seres inferiores que nos eran fieles, leales y nos honraban con tal devoción, como si fuéramos dioses. Aunque debíamos andar con pies de plomo ante ellos, porque a la mínima que tuvieran la oportunidad, nos hubieran hincado el diente como al mayor de los trofeos.

Sin embargo, la sangre de licántropo es prácticamente igual de valiosa que la nuestra. No creáis que podéis manipularla a vuestro antojo, es igual de inaccesible que la mía. Solo seres como nosotros podemos succionar toda la esencia de dicha sangre. Por ello debíamos protegernos entre nosotros, o eso es lo que pensó mi querido abuelo ante las incesantes muertes que pudo observar durante tantos milenios de todas las especies vivientes y que existieron. Según él, el ancestro de los canes estuvo de acuerdo ante tal acuerdo.

Como sello de tal propuesta, los dos prometieron fidelidad, cada uno de sus respectivas razas, a que no se atacarían entre ellos y se protegerían de futuras guerras con otras razas, haciendo un matrimonio. La mujer sería vampiro, ya que tal es su rapidez, inteligencia y fuerza como la del hombre licántropo. Las vampiresas no se dejan llevar por el deseo de poder, al igual que los hombres-lobo son seres racionales ante cualquier situación. Cada raza tiene sus más y sus menos, pero somos unos rivales bastante bien compensados para la lucha.

Tal tratado tenia que cumplirse, aunque había un problema: un vampiro y un hombre lobo es imposible una relación sexual, además de que es asqueroso y repugnante. Por lo tanto, acordaron elegir una pareja cada uno para que fuera solamente su pareja sexual y en casos excepcionales, tales como la procreación de las siguientes generaciones líderes.

Mis padres, Benneth y Lilith no fueron una excepción. Aunque mi instinto me hiciera odiar a mi padre “adoptivo” por así decirlo, le cogí cierto... Respeto, o apego, como queráis llamarlo. Mi hermano, Atherton era el Jefe de 1º rango de la armada especial del equipo estrella. En pocas palabras, era el que se encargaba de la seguridad de mi familia. Su esposa Lumber, como no, licántropa, era la Jefe de 1º rango de la armada especial del equipo luna, es decir, protegía a la línea sucesora de los licántropos.

Pasando todas las formalidades y demás, ya que sabéis un poco de como estaba la cosa y queréis que vaya al grano, empezaré por el principio del problema.<<

- La rivalidad – dijo un científico
- La sed de sangre – dijo el otro científico.

Como si de una alarma se tratara, todas las cámaras de la habitación se movieron rápidamente hacia los científicos, para acabar en la risueña vampira, que aplaudía no con demasiada emoción para la que aparentaba.

- Buenas respuestas, pero no – rió Catherine al mismo tiempo que se ponía de nuevo de pie.

>> Yo estaba en pleno entrenamiento, ya entrada en la “adolescencia” como vosotros llamáis. Aunque todos los de mi familia contábamos con protección, debíamos desarrollar nuestras características sobrenaturales y saber defendernos de cualquier contratiempo. Era más bien como una tortura tanto física como mental. Nos abstenían de alimentarnos, nos clavaban estacas de distintos tamaños por diversas partes del cuerpo, hacían enfrentarnos unos a otros, en resumen, potenciar nuestra resistencia a nuestras debilidades. No tenían piedad alguna con ninguno de los que asistíamos al entrenamiento. Mi familia estaba obligada, sin embargo había muchas más familias de “nobles” que se presentaban, ya sea por el honor de su familia o por placer a servir a su patria. Los nobles eran cierta especie vampírica que solo, al igual que nosotros, se relacionaba con vampiros de su misma sangre. <<

Los científicos miraron estupefactos ante la confesión de la vampiresa.
- Os…¿os acostabais con los de vuestra misma sangre?

Ella sonrió, como si fuera algo de lo más normal del mundo. Una mueca de asco asomo en la cara del joven, consiguiendo que se levantara y se apoyara en la puerta que conducía al exterior, mareado. Catherine lo siguió con la mirada, curiosa ante su reacción. El más mayor se dirigió hacia él, preocupado.
- Si aun voy por el prólogo de la pregunta - dijo Catherine, en tono burlón. Se cruzó de piernas, aun sentada en el borde de la cama, sin apartar la mirada de sus investigadores.



<3

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