Lo se, actualizo el blog con un día de retraso, lo siento. Podeis soñar esta noche que me pinchais con un palo, no os juzgaré por ello. Pero sin embargo, si que pude actualizar la pagina como podreis comprobar. Espero que os guste :)
Como siempre que fallo (y fallaré, porque me conozco), os incluyo un trocito bastante más largo que el anterior, aparte de una "especie de contraportada", ya que no es un prólogo (no e puesto prólogo en todas mis historias), de esta nueva historia. Unos cuantos párrafos más para leer, si os a gusta la pequeña introducción que e escrito.
Y como de costumbre, espero vuestro comentario o si lo preferís, suscripción a mi blog, porque vuestra opinión es muy importante para la evolución de esta pequeña escritora. También, si el tiempo me lo permite, intentaré subir dos dias por semana, pero solo si veo movimiento por el blog. No voy a estar subiendo pedacitos de mi si a nadie le interesa, claro está.
Espero que disfruteis.
Human - Christina Perri
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Contraportada:
Cuando el
dios Ságrad creó el mundo y los elementales surgieron de él, pidieron un ser
capaz de soportar sus energías para que ellos pudieran “vivir”. Fueron llamados los humanos. Pero el tiempo
pasó y la energía era demasiado poderosa para sobrevivir. Habiendo solucionado
el problema, los humanos pedían cada vez más. Por el codicioso capricho de los
elementales, el dios Ságrad impuso una maldición sobre los humanos. “nacerá un
niño capaz de controlar los 4 elementos, inmortal. Él expiara vuestros pecados o
hallareis la muerte que tanto miedo os da. El castigo por vuestra codicia os la
dará vuestro deseo más preciado”. ¿Cuál será el destino final de Gea?
Capítulo
1 – Un destino codicioso
Hace trillones de años, se formó lo que hoy en día llamamos
“universo”. El dios todopoderoso que lo creó se llamaba Ságrad. De su energía
nacieron millones de planetas y una de ellas le puso el nombre de Gea. El dios
le cogió cariño a este planeta, haciendo que de él empezara a emerger vida.
Poco a poco, el mundo comenzó a evolucionar, naciendo las plantas y diminutos
seres vivos; el terreno se moldeaba creando montañas, cráteres, ríos, mares,
océanos, islas, volcanes y demás.
Por temor a dañar la tan preciada creación, el dios Ságrad
abandonó el planeta Gea sin dejar de observarlo desde el infinito del universo.
De Gea emergieron cuatro fuerzas, creadas por la gran cantidad de energía.
Fueron llamadas “elementos”. Nacidas de un mismo material, sus características
eran totalmente distintas unas entre otras y fueron nombradas cada una de una
manera, respectivamente: “Agua, tierra, fuego y aire”.
Dichos elementos tenían vida propia. Vagaron juntos y
separados por el basto mundo sin preocupación alguna, pero pronto se sintieron
solos e inútiles. Vacíos, sin ninguna utilidad más que la de destruir allá por
donde pasaran, como su propio “padre”. Intentaron transmitir su poder a los
animales y plantas de Gea pero la energía era tan fuerte, que no podían
soportarla y morían.
Cesando su intento por conseguir unos “recipientes” le pidieron
a su creador, el dios Ságrad, que les concediera un deseo. “Poder vivir sin
hacer daño a lo que tanto había costado crear”. El dios, agradecido por la vida
que le habían dado a su preciado planeta y su afán por no destruirlo les
concedió la súplica que tanto anhelaban. Seres extraordinarios que pudieran
desarrollar sus poderes sin causarles la destrucción; para que los elementales
pudieran por fin estar “vivos” y ayudar a mejorar Gea. Estos seres fueron
llamados “humanos”.
Así como sus poderes, estas criaturas fueron distinguidas
entre ellas por las características de su poder. Los elementales, agradecidos
por que el dios hiciera realidad su deseo, distribuyeron el mundo en cuatro
grandes zonas, comunicadas unas con otras por una porción de tierra, destinada
exclusivamente al dios “padre”.
Hubo unos pocos “humanos” que decidieron por voluntad propia
adorar a Ságrad, reuniéndose todos ellos en el territorio destinado a su dios,
en el cual, construyeron un gran templo, con el único propósito de servir a su
dios. Él, maravillado por todo lo que esos seres habían hecho, les dio el don
de la inmortalidad así como el deber de que entre las robustas y blancas
paredes del templo se diera la nueva vida en su mundo y solamente allí.
Así, cada vez que un niño estaba a punto de nacer, la
familia afortunada era enviada a Egrad, el centro de Gea, para que los Grad,
los inmortales y servidores de Ságrad, dieran a luz a una nueva criatura.
Pero hubo más problemas. Cuando un niño estaba en su vientre
materno, canalizaba un poco de la energía de su madre, sin embargo al exponerse
a la madre tierra, el torrente de poder que tenía que soportar el recién nacido
era demasiado fuerte y morían. O por otra parte, la mujer, en su etapa de
embarazo, perdía demasiada energía intentando que su hijo pudiera aguantar en
su nacimiento y en el momento de dar a luz, perecería después de traer el mundo
a su hijo.
Los Grad, viendo como las creaciones de su dios no podían
llenar de vida el precioso mundo que él había inventado, suplicaron y rezaron a
Ságrad un único deseo. No obstante, el dios estaba muy enfadado por la raza tan
caprichosa que había creado. No hacían más que pedir deseos y más deseos sin
dar nada a cambio. Pero, los pequeños Grad, que habían renunciado a los poderes
que los hijos del dios les ofrecían y aceptado el deber tan importante que él
les mando sin pedir nada a cambio, solo le pedían un deseo y era por el bien de
sus hijos.
Conmovido por tal acto de bondad, les concedió una solución:
dos niños.
- Pero – dijo una voz débil,
interrumpiendo al narrador- ¿Porque dos niños? ¿No podía hacer uno, pero mucho
más fuerte?
- Cariño – contestó el narrador,
con tono calmado y comprensivo – Un cuerpo tan pequeño no puede soportar la
energía que canaliza un primer impacto del poder. El dios modificó al
canalizador madre, para que pudiera crear dos seres y conseguir que entre ellos
soportaran todo el poder y al mismo tiempo, con el paso de los años, pudieran
multiplicarlo por dos.
El pequeño niño ladeó la cabeza en señal de comprensión y se
arrimó al viejo narrador.
- Ahh... continua – ordenó sonriendo
- Bien – contestó con otra sonrisa.
<<Sin embargo, Ságrad, nuestro señor, estaba bastante
furioso, ya que sus creaciones no paran de pedir deseos después del milagro de los
gemelos. Harto de tantas suplicas y deseos egoístas, decidió volver a su lugar
desde el infinito del universo, para seguir vigilando a los humanos desde un
punto que no le incordiaran con sus insignificantes plegarias. Pero antes de
marcharse les dijo una profecía a sus queridos sirvientes:
- Algún día
– comenzó el dios Ságrad, resonando en todas las mentes de sus fieles
sirvientes con tono severo y melodioso a la vez, digno de un creador – por
todos los caprichos de vuestros congéneres, nacerá un niño bendecido, sin
gemelo pero que soportará el poder. Un niño que no es un Grad, pero si
inmortal. Un niño capaz de controlar las cuatro energías de mis hijos, pero
inestable como un ser humano. Él expiara vuestros pecados o hallareis la muerte
que tanto miedo os da. El castigo por vuestra codicia os la dará vuestro deseo
más preciado.
Los Grad, impresionados ante la ira que su Dios denotó,
pidieron explicaciones, sin embargo Ságrad ya se había marchado. Sus fieles no
sabían bien cómo interpretar tal predicción, ya que durante las décadas
siguientes no sucedió nada, así que no le dieron demasiada importancia. Excepto
una persona.
Milett, el hermano del más anciano de los inmortales, no se
lo tomó a broma y les aseguró a todos sus hermanos que él se encargaría de todo
más, los demás se rieron y no le hicieron caso. Y siguieron pasando los años:
los gemelos seguían viniendo al mundo, los Grad continuaban ayudando a dar a
luz a las nuevas criaturas y Milett esperaba a que el día en el que un niño
tendría en sus diminutos hombros el peso del destino de todos los seres de ese
mundo, naciera. >>
***
<3
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